• Estábamos dormidos, pero despertamos

    11/01/2024

    El diario Social.cat ha publicado el 11 de enero de 2024 el artículo de opinión “Estábamos dormidos, pero despertamos” de Fernando Díaz Alpuente, director adjunto de la Fundació Acollida i Esperança. En este, se reflexiona sobre la exclusión social, y en concreto, sobre la exclusión que han sufrido y sufren las personas con VIH y SIDA a través de la obra Los hijos dormidos de Anthony Passeron.

    Fernando Díaz, article opinió social.cat sobre SIDA i VIH

    Podéis leer el contenido del artículo en la web de social.cat aquí.

    Reflexiones de Fernando Díaz, director adjunto de Acollida i Esperança, sobre el libro Los hijos dormidos, de Anthony Passeron

    Hubo un tiempo en que la gente se moría, y no sabíamos de qué. Un tiempo en que las personas excluidas -por pobreza, por drogadicción, por opción sexual-, morían en los hospitales y la mayoría de la sociedad decía: “algo habrán hecho”. Eran los días en que el virus del SIDA todavía no se decía VIH, porque tampoco se decía SIDA, y viajaba libremente dentro de la sociedad, haciéndose más presente a determinados círculos y estilos de vida que otros, pero saltándose todas las barreras de clase, todas las fronteras de los estados, todos los velos invisibles que pensamos que nos protegen de aquello que vemos al rostro “de los otros”: el horror.

    Sobre el SIDA se han escrito muchas novelas y filmado muchas películas. Lo interesante del libro Los hijos dormidos (Los Libros del Asteroide, en castellano; L’Altra Editorial, en catalán) es su doble punto de vista. Por un lado, Anthony Passeron, el autor, pone el foco en la carrera científica para acabar con la condena a muerte que representó el contacto del cuerpo con el VIH. Una carrera llena de riendas, de taifas, egos, luchas de prestigio y el egoísmo más ruin. Pero también llena de desesperación para salvar vidas, de lucha abnegada, de sacrificio y esfuerzo para dar a conocer el SIDA y poner toda la comunidad científica a investigar sobre ella.

    los hijos dormidos_fundació acollida i esperança

    El otro punto de vista es el de Los hijos dormidos, el de aquellos hijos y aquellas hijas que, enganchados a la heroína, se quedaban dormidos, por siempre jamás, con la jeringuilla enganchada en el brazo y el virus recorriendo por sus venas. Es un punto de vista en que hemos sabido reconocer la historia de los orígenes de la Fundació Acollida i Esperança. Aquellas calles del barrio Gótico de Barcelona, en los 90, donde Josep Costa y su grupo de voluntarios y voluntarias salían a hacer aquello que nadie se atrevía a hacer: acompañar a aquellos hijos de nadie, abandonados y abandonadas por todo el mundo, a pesar de que el camino que tuvieran pendiente fuera solo de muerte y sufrimiento, porque hacía poco que al SIDA se le decía SIDA y todavía menos que sabíamos el que era el VIH.

    Passeron habla sobre esta parte en primera persona, porque relata la vida de su tío Désiré, muerto por el VIH en los 80. Nacidos los dos en un pequeño pueblo, en Francia, donde las miradas de todo el mundo servían de registro histórico de la sociedad y donde aquel “algo habrán hecho” se transformaba en silencio cuando te cruzabas por la calle a la patrona familiar, que también lo era del pueblo. La vergüenza y el qué dirán ante la incomprensión de una sociedad que construyó un estigma alrededor de la enfermedad y del maldito virus que, nos pensamos, sería imposible volverlo a hacer en nuestro mundo de hoy… si no fuera porque ya lo hemos vuelto a hacer, con la COVID-19 y con la viruela del mono.

    Désiré pudo morir acompañado, fue el hijo dormido de alguien hasta el final. En cambio, en los 80 y 90, muchas y muchas personas murieron sin ser hijos ni hijas de nadie nunca más. Ante esta realidad, las personas que iniciaron Acollida i Esperança se quisieron revelar. La crudeza de los testigos que nos llegan sobre aquellos días es solo comparable a la ternura que también contienen todas las historias vividas en el piso de la calle Ample donde se puso en marcha la tarea de la fundación. Muchas personas solas, excluidas de la sociedad por la drogadicción, que veían como la vida abandonaba su cuerpo por culpa de un SIDA que era, simple y llanamente, una sentencia de muerte y una condena a sentir el rechazo de quien te rodeaba. Y otras muchas personas que, por convencimiento y estimación hacia los otros, decidieron abrir aquella antigua pensión del Gótico y dedicar sus días a hacer más humanas las últimas horas de aquellos hijos de nadie.

    Después vendrían los retrovirales, Can Banús, el acompañamiento hacia la vida, y no hacia la muerte, el servicio odontológico por personas seropositivas (reconvertido ahora por cualquier persona en situación de exclusión), y tantos otros servicios.

    llibre els fills adormits de Anthony Passeron

    Pero, por los Désirés del mundo, todo aquello llegaría tarde. Y es por eso por lo que este libro de Anthony Passeron acontece tan importante por nosotros. Porque da testigo de otra cara del SIDA, la de aquellas personas que todavía lo viven hoy, fruto sobre todo de vivir años y años en situación de exclusión social severa. Como sociedad hemos pagado el precio, nunca muy valorado, de haber construido muros de rechazo a personas con SIDA. Sin embargo, estos muros todavía no se han visto derrocados, sino que se han transformado en estigmas y rechazos de diversa índole que tienen un resumen en dos palabras que, de tan pronunciadas, corremos el riesgo de perderlas de vista con todo el que suponen: exclusión social. Por eso es tan bueno leer Los hijos dormidos, porque nos ayuda a despertarnos y salir a buscar nuestra realidad.