• ‘He vuelto a vivir. Pensaba que no salía pero he tenido siete vidas o un ángel de la guarda’

    29/08/2016

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    Manuel Paloma Muñoz (Barcelona, 1965) va viure 7 anys als carrers de Barcelona fins que al gener del 2010, de la mà d’una de les treballadores socials de Ciutat Vella, va entrar al Convent dels Franciscans. ‘Cuando llegué estaba siempre muy nervioso. Aunque empecé a tomarme la medicación del VIH, dejar atrás los hábitos de vivir en la calle es difícil. Pero poco a poco me fui serenando aunque tuve alguna recaída e hice alguna tontería.’

    En Manuel -o en Lolo, com el coneix tothom- pot mirar enrere i recordar la seva història des de la satisfacció d’haver sortit d’una situació tan complexa com la seva. ‘Un dia, Josep Maria Lluch, que entonces era el director del Convent, me dijo: “O te pones las pilas o te vas a la calle”. Me metí aquello en la cabeza y me dije que no quería volver atrás’. A partir d’aquella conversa el Lolo va iniciar el camí  de la seva recuperació. ‘Empecé a trabajar cada día para conseguirlo. Me fui quitando de la metadona que me daba el Hospital de Palamós poco a poco y también dejé de fumar. He vuelto a vivir. Pensaba que no salía pero he tenido siete vidas o un ángel de la guarda’.

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    El rostre del Lolo s’il·lumina quan parla de la seva parella. ‘Conocí a mi pareja a través de una revista que se llama ‘Más positivo’, donde había una sección de contactos para mujeres y hombres con VIH/Sida que buscaban pareja -explica-. En tres semanas, ella se puso en contacto conmigo’. Van estar setmanes parlant per correu electrònic, per messenger i per telèfon perquè l’Anabel en aquella època vivia a Bilbao. Van passar dos mesos llargs i un dia ella es va presentar al Convent per conèixe’l. Després d’aquella visita, i com que la relació anava prou bé, el Lolo va decidir marxar a viure a Bilbao només amb la seva paga no contributiva. I tres anys més tard han canviat la seva residència a Pamplona on viuen ara. ‘Somos felices y comemos perdices’, diu amb un somriure enorme. ‘He decidido venir unos días de visita para agradecer al Convent y a todas y cadauna de las personas que conocí su ayuda. Sin ellos no hubiera salido adelante.’ ‘Querer es poder pero hay que echarle un par’, sentencia. ‘Y sin ayuda es casi imposible’. ‘El Convent me abrió los ojos. Muchos de mis compañeros han fallado o no han tenido suficiente fuerza de voluntad pero aquí estoy yo. Se puede salir. Y en el futuro -no muy lejano- me veo trabajando en un centro especial de trabajo. Ojalá’.